Una vez, un ciego estaba pidiendo limosna en una calle muy concurrida. Estaba sentado en la acera con un sombrero a sus pies y un cartel escrito con tiza blanca: «Por favor, ayúdeme, soy ciego». Una persona que trabajaba haciendo anuncios pasó por allí y se detuvo a mirar su sombrero que sólo tenía unas monedas. Sin pedir permiso, cogió la pizarra y escribió algo en la otra cara. Puso la pizarra a los pies del ciego y dijo: «ahora probablemente recibirá más donativos» y se marchó.
Por la tarde, este creativo publicista volvió a pasar por allí y vio el sombrero del ciego, que ahora estaba bastante lleno de monedas y billetes. «¡Buen trabajo!», dijo, y el ciego, que reconoció su voz, preguntó: «¿qué has escrito en mi cartel?». Lo mismo que has escrito tú, pero de otra manera. Sólo escribí: «estamos en primavera y no puedo verla».
La moraleja de esta historia es muy sencilla: «tenemos que cambiar nuestra estrategia cuando algo no funciona como queremos». Cuando algo no funciona en nuestra vida (sobre todo en nuestra vida espiritual) solemos quejarnos contra nosotros mismos: «¡oh! siempre soy el mismo» o «vuelvo a cometer el mismo error, soy estúpido» o algo por el estilo.
Pero, si algo salió mal, debemos tratar de analizar o examinar por qué salió mal y hacer una nueva estrategia para tener éxito. Por ejemplo, si prometí rezar el Rosario todos los días y no funcionó un día, y no funcionó el segundo día y así sucesivamente, tal vez el problema sea mi estrategia o plan. O tal vez puse en mi horario una hora de lectura espiritual a una hora en la que hay mucho ruido, por lo que es difícil leer a esa hora y desisto en cuanto oigo el ruido.
O lo mismo podría ocurrir con nuestras propuestas. Algunas personas trabajan en la misma propuesta durante años sin avanzar. Quizá haya algo que no funciona en su estrategia o en los medios que utilizan para lograr esa propuesta o alcanzar ese objetivo.
Cuando examinamos lo que está mal en nuestras vidas, deberíamos intentar ver si el problema es nuestra estrategia. Muchas veces, luchamos contra el enemigo correcto pero de forma equivocada y fracasamos en nuestro combate espiritual simplemente porque no vemos lo que tenemos que cambiar en nuestra estrategia.
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