Una niña quería ser futbolista. Para ello se entrenaba todos los días. Un día tuvo un accidente y se lesionó las piernas. La ambulancia la llevó al hospital y la operaron. Después de la operación, el médico habló con ella y le explicó que la operación había sido un éxito y que pronto iba a poder caminar.
Sin embargo, esa noticia no la hizo feliz. Caminar no era suficiente para ella, quería saber si podría volver a jugar al fútbol. El médico la miró fijamente y le dijo: «Si quiere volver a jugar al fútbol, debe seguir una terapia muy rigurosa. Los ejercicios serán difíciles y dolorosos; te cansarás y frustrarás, pero si perseveras, podrás volver a jugar al fútbol.» Ella respondió: «Lo haré, mi único deseo es ser futbolista, lo haré».
Después de un año y medio de terapia pudo volver a dar patadas al balón. Estaba muy contenta. Fue a ver al médico y le dio las gracias: «Me ha salvado; le estoy muy agradecida». El médico la miró de nuevo y le dijo: «Yo no te he salvado, te has salvado tú sola. Mis instrucciones no habrían surtido efecto si tú no hubieras decidido creer en mí y obedecer mis instrucciones. Así que, en realidad, te has salvado tú sola». La fe y la obediencia al médico es lo que la salvó.
Esta historia nos invita a reflexionar sobre nuestra fe y obediencia a Dios. Salvar nuestra alma es definitivamente más importante que salvar nuestras piernas o cumplir el deseo de ser futbolistas. Sin embargo, ¿tenemos fe y obediencia en las instrucciones de Dios de cómo salvar nuestra alma? Jesús enseñó muy claramente lo que debemos hacer si queremos salvar nuestra alma.
Nosotros que creemos en Jesús no diríamos que lo que Jesús enseñó no es suficiente para ir al cielo. Más bien lo que decimos es que creemos que Él nos enseñó el camino para ir al cielo. Sin embargo, si no seguimos ese camino, si no obedecemos Sus instrucciones, ¿podríamos decir realmente que creemos en Jesús y en Sus enseñanzas?
La fe sin obediencia no es fe verdadera, es una fe «falsa». ¿Cómo podemos decir que creemos en Jesús si no le seguimos a Él y a Sus enseñanzas? Alguien podría decir: el problema no es que no creamos sino que seguirle y guardar sus mandamientos es duro, difícil, doloroso, etc. Es cierto que es duro, igual que fue duro, difícil, doloroso para la chica seguir las instrucciones del médico en la historia anterior. Sin embargo, si realmente queremos algo, hacemos todo lo posible por conseguirlo por muy difícil que sea. Cuanto más deseamos algo, más nos esforzamos por conseguirlo.
Además, seguir a Jesús no es sólo un deseo, como jugar al fútbol, sino que es algo muy importante. Nuestro futuro depende de ello, ya que estamos hablando de nuestro futuro en la eternidad. Además, si seguimos a Jesús, tenemos la seguridad de que Él siempre nos ayudará con su gracia, que es mucho más que unas instrucciones a seguir.
The post Una Jugadora de Fútbol appeared first on El Sembrador.