No se puede ser apóstol sin ser creativo; y sin ser creativo no se puede ser misionero. Para nosotros que confesamos tener una “llamada esencial a ser misioneros”, [1]
uno de los elementos innegociables del carisma de nuestro Instituto es precisamente esta creatividad apostólica y misionera. Este elemento es el eco que la palabra de Jesús va por todo el mundo y proclama el evangelio (Mc 16,15) deja en nuestros corazones.
Porque, en ese “ir” pronunciado por el Verbo Encarnado, se entiende que nuestra labor pastoral debe ser de carácter incisivo, más que burocrático[2]. Porque la elección de los apóstoles por Cristo no implica sólo la llamada a estar con Él, ni la mera invitación a dejarlo todo por Él.[3] Dentro de nuestra vocación está también implícita la llamada a “ir” a hacer discípulos de Cristo en todas las naciones.[4] Jesus came as sent by the Father, and is always in search of lost mankind until he finds it.[5] Jesús vino como enviado del Padre, y siempre está en busca de la humanidad perdida hasta que la encuentra. Nosotros, religiosos del Verbo Encarnado, daremos testimonio de que pertenecemos verdaderamente a la línea de los apóstoles sólo en la medida en que aceptemos caminar con Cristo y participar de su profundo deseo por la salvación de las almas,[6] ahora más urgente que nunca, porque “en nuestro día el mandato de Jesús de ‘id y haced discípulos’ resuena en los escenarios cambiantes y en los desafíos siempre nuevos de la misión evangelizadora de la Iglesia, y todos nosotros estamos llamados a participar en esta nueva ‘salida’ misionera”[7]
Por tanto, este “ir” exige necesariamente una actitud misionera, que nos lleve a no contentarnos simplemente con quedarnos encerrados en nuestras parroquias o en nuestras casas religiosas, esperando que otros vengan a nosotros, sobre todo teniendo en cuenta las circunstancias del mundo de hoy. Sino más bien ir, sentir el amor de Cristo que nos impulsa [8] a predicar el Evangelio.
San Juan Pablo II dice que “no debe disminuir el ímpetu de predicar el Evangelio” a aquellos que están alejados de Cristo, “porque esta es la primera tarea de la Iglesia”. El Santo Papa dice que la misión “representa el mayor desafío para la Iglesia” y “la tarea misionera debe permanecer en primer lugar”. [9]
Siguiendo esta enseñanza, el Papa Francisco nos dice “¿Qué pasaría si tomáramos en serio estas palabras? Nos daríamos cuenta de que la extensión misionera es paradigmática para toda la actividad de la Iglesia”.[10]
Por eso Cristo nos llama a sí mismo antes de enviarnos; y si cada día lo buscamos en la oración, nunca faltarán fuerzas, ni creatividad, ni dedicación para buscar las oportunidades de presencia, testimonio y servicio apostólico, ni energías para ir siempre adelante en nuestra labor misionera. “Sólo en la profundidad de la contemplación el Espíritu Santo puede transformar vuestros corazones; y sólo si vuestro propio corazón se transforma, podréis cumplir la gran tarea de ayudar a los demás para que el Espíritu los guíe a toda la verdad[11], que es la esencia de la misión cristiana”.[12]
Para lograr estar en “sintonía” con el Espíritu Santo, el Directorio de Espiritualidad, señala que debemos: a) estar atentos a sus inspiraciones, obrando contra la habitual disipación, la falta de mortificación y los afectos desordenados; [13] b) ejercitarnos en el discernimiento de espíritus; [14] y finalmente c) ser dóciles y prontas en la ejecución de los pedidos del Espíritu Santo porque ‘la indecisión es ajena a la gracia del Espíritu Santo’,[15] obrando siempre contra la tentación de la demora, contra el miedo al sacrificio y a la entrega total, y contra la tentación de recuperar lo que hemos dado, buscando compensación o poniendo nuestro corazón[16] en cosas que no son de Dios.[17]
Así, el Espíritu Santo nos inspirará a abrir nuevos caminos para que el mensaje del Hijo de Dios penetre en los corazones y en los puntos de inflexión de la cultura,[18] enseñándonos en la percepción de los signos de los tiempos, a ser parte de la vanguardia de la renovación deseada por la Iglesia; respondiendo con eficacia y competencia a las necesidades de los tiempos actuales. San Juan Pablo II escribió: “Es el Espíritu quien nos impulsa a proclamar las grandes obras de Dios”.[19]
Al anunciar las obras de Dios, es casi una consecuencia natural de la acción del Espíritu Santo suscitar en el corazón de los misioneros iniciativas de todo tipo, para que con gran audacia, y con mayor entusiasmo aún, no se sólo se propone la noble tarea de salvar las almas, sino que multiplica los modos de hacerlo, siempre en busca de ocasiones para anunciar el Evangelio.
Esta “creatividad apostólica” nos la piden nuestras Constituciones cuando afirman: “Tenemos que asumir los aeropagos modernos, abiertos a la actividad de la Iglesia, sin abandonar los métodos tradicionales de apostolado. La sana creatividad es un elemento esencial de la tradición viva de la Iglesia. No debemos tener miedo; ¡Cristo mismo nos invita a remar mar adentro!”[20]
En otro lugar, nuestro derecho propio también señala: “La misión, por sí misma, permite una gran creatividad, siempre en cuanto se respete lo esencial: que se predique el auténtico Evangelio de nuestro Señor Jesucristo, que se busque la conversión para los que están en pecado, que los que reciben misioneros se acerquen bien preparados a los sacramentos, que haya una renovación en lo profundo de la vida cristiana, que se tenga en cuenta la perseverancia del pueblo”.[21]
Lejos de nosotros esa “pastoral de mantenimiento”, sin entusiasmo, incisiva, sin contacto con la gente, detrás de un escritorio, sin contacto con la realidad y que espera que las almas llamen a nuestras puertas. Ese tipo de trabajo ‘pastoral’ es, al final, nominalista, superficial, de espera y no incisivo, como la Iglesia nos pide y como nosotros deseamos. Y así, no atrae, no transforma, no mueve a grandes ideales, y da muy poco fruto.
A nosotros nos toca “guiar nuestra alma a grandes obras…”, [22] “jugar la vida para que otros tengan vida y esperanza”, [23] seguir adelante impulsados por “un celo infatigable por las almas, con espíritu de sacrificio, con paciencia , y misericordia…”, [24] fundando “todo nuestro entusiasmo apostólico” [25] sólo en Cristo y en la ayuda indefectible de nuestra Santísima Madre.
[1] Constituciones, 31.
[2] Cf. Constituciones, 158.
[3] Cf. Lc 5,11
[4] Cf. Mt 28,19-20
[5] Lc 15,4-6
[6] Cf. CIVCSVA, Partir de Cristo, 9: “El celo por la instauración del Reino de Dios y la salvación de los hermanos constituye, pues, la mejor prueba de una entrega de sí vivida auténticamente por las personas consagradas. Por eso cada nuevo intento de renovación puede ser visto como un nuevo impulso para la misión evangelizadora” op. cit Novo Millennio Ineuente, 2.
[7] Francisco, Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, 20, 24 de noviembre de 2013
[8] Cf. 2 Co 5,14
[9] Enciclica Redemptoris mission, 7 Diciembre 1990, 34.40.86.
[10] Evangelii gaudium, 15. El Santo Padre también nos recuerda que “En este sentido los obispos latinoamericanos afirmaron que no podemos esperar pasiva y tranquilamente en los edificios de nuestras iglesias, necesitamos pasar de una pastoral de mera conservación a una pastoral decididamente misionera. ministerio pastoral’”. Quinta Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y Caribeño, Documento de Aparecida, 29 de junio de 2007, 548.
[11] Jn 16,13
[12] San Juan Pablo II, Discurso al Capítulo General de la Congregación del Sagrado Corazón, 21 Septiembre 2000.
[13] Directorio de Espiritualidad, 14.
[14] Directorio de Espiritualidad, 15.
[15] SAN AMBROSIO, Comentario San Lucas, 2, 19.
[16] Cf. San Ignacio de Loyola, Ejercicios Espirituales, [322].
[17] Directorio de Espiritualidad, 16.
[18] Constituciones, 29.
[19] Redemptoris Missio, 1.
[20] Directorio de Espiritualidad, 160.
[21] Directorio de Misiones Populares, Apéndice 2.
[22] Directorio de Espiritualidad, 41.
[23] Cf. Directorio de Vida Consagrada, 270.
[24] Cf. Directorio de Parroquias, 132.
[25] Directorio de Espiritualidad, 84.