"El carisma propio del Instituto, todos sus miembros deben trabajar, en suma docilidad, al Espíritu Santo y dentro de la impronta de María... Este carisma es la gracia de trabajar para extender la presencia de Cristo... cumpliendo nuestro llamado esencial de ser misioneros y Marianos."
Constituciones, 30-31
Profesamos ser esencialmente misioneros y Marianos, y deseamos trabajar “en suprema docilidad al Espíritu Santo y según el ejemplo de la Virgen María” [1] para hacer “un cuarto voto de esclavitud a María según la espiritualidad de San Luis María Grignion de Montfort … [que] asegurará su ayuda indispensable para perpetuar la Encarnación en todas las cosas.”[2]
Nuestra espiritualidad “que anhela ser del Verbo Encarnado” [3] está “marcada con especial protagonismo” [4] por nuestra consagración a María “’en maternal esclavitud de amor’ según el admirable método enseñado por San Luis María Grignion de Montfort” [5] al profesar nuestro cuarto voto, “para ‘Marianizar’ toda nuestra vida”[6].
Esto es lo que decimos en el código fundamental de nuestra espiritualidad: “No Jesús o María; no María o Jesús. Ni Jesús sin María; ni María sin Jesús. No sólo Jesús, sino también María; no sólo María, sino también Jesús. Siempre Jesús y María; siempre María y Jesús. A María por Jesús: ¡Aquí tienes a tu madre! (Jn 19, 27). A Jesús por María: Haced lo que él os diga (Jn 2, 5). Todo por Jesús y por María; con Jesús y con María; en Jesús y en María; por Jesús y por María. En resumen, simplemente: Jesús y María; María y Jesús. y por Cristo, al Padre, en el Espíritu Santo» [7]
Para nosotros como religiosos del Verbo Encarnado, este cuarto voto [8] implica, por un lado, entregar a la Madre de Dios con gran valentía todo lo que somos, todo lo que tenemos, “así como todo lo que adquiriremos en el futuro en el orden de la naturaleza, de la gracia y de la gloria en el cielo. Esto lo hacemos sin reserva alguna… y por toda la eternidad sin pretender ni esperar, a cambio de nuestra ofrenda y de nuestro servicio, otra recompensa que el honor de pertenecer a nuestro Señor por María y en María” [9] . en sus manos porque nos reconocemos sus esclavos de amor. Y por otro lado, esta consagración mediante voto implica que “es nuestro deseo, nuestra intención explícita Marianizar toda nuestra vida, lo que significa hacer todas las cosas por María, con María, en María y para María, para hacerlo todo por Jesús, con Jesús, en Jesús y para Jesús… entrando en esa corriente misteriosa de vida que nos trajo nuestra Madre Celestial, y con ella aprender a dar gloria a nuestro Padre Celestial por la gracia del Espíritu Santo.” [10]
Dado que la devoción mariana es parte esencial de la evangelización, seguimos la espléndida moción de San Luis María: “Ya que nos hemos entregado completamente a su servicio, es justo que hagamos todo por ella… [y] como todo bien siervo y esclavo no debemos permanecer ociosos, sino que, confiando en su protección, debemos emprender y realizar grandes cosas para nuestra noble Reina.” [11]
[1] Constituciones, 30.
[2] Constituciones, 17.
[3] Directorio de Vida Consagrada, 413.
[4] Directorio de Espiritualidad, 19.
[5] Constituciones, 83.
[6] Directorio de Espiritualidad, 19.
[7] Directorio de Espiritualidad, 325.
[8] Explicado en Constituciones, nn. 82-89.
[9] San Luis María Grignion de Montfort, Tratado de la Verdadera Devoción a la Virgen María, 121.
[10] P. Carlos Buela, IVE, Homilía “Todo lo hace Ella”.
[11] Cf. San Luis María Grignion de Montfort, Obras Completas, Tratado de la Verdadera Devoción a la Virgen María, 265.